Todavía, a horas de haber salido de la sala de cine donde vimos “Gravity”, sentimos la presión, la sofocación, la sensación del espectador sentado en el borde de la butaca pendiente de la próxima secuencia, de la escena que viene, del más mínimo movimiento de la prodigiosa cámara de un Enmanuel Lubetzki dirigido por ese señor a quien ya, sin empacho alguno, llamamos “Maestro”.
Y todo eso que sentimos se comprende, muy difícil de describir, de expresar en simples palabras para un artículo informativo porque, mis amigos, el Arte, así, con mayúscula, no puede ser descrito ni explicado ni contado; hay que vivirlo, hay que experimentarlo, sentirlo.
Por esa razón se nos hace prácticamente imposible explicar lo que significó ver “Gravity”, porque no tenemos palabras para ello. Claro, podemos decirles ahora que cuenta sobre una pareja de astronautas en una misión en el espacio, a 600 kilómetros sobre la superficie terrestre, misión que, a pesar de lo extraordinario que suena para nosotros, simples mortales que vemos películas, manejamos un auto, comemos con la esposa y nos reunimos con hijos y nietos, para ellos, para la Doctora Ryan Stone y el Teniente Comandante Matt Kowalski, es casi vivir la rutina de la investigación espacial.
Hasta que sucede lo que se cuenta y nos sentimos inmersos en esa sobrecogedora aventura en la que ambos bordean la muerte.
Pero, por favor, por esto que les decimos no vayan a caer en el error de pensar, creer o colegir que “Gravity” es otra mojiganga de monstruos o de seres malignos del espacio exterior; nada más distante de lo que van a ver.
A ver y a sentir en lo más hondo. De lo poco que podemos decirles sin estropear el inmenso placer de saborear este excelente film de principio a fin sin dejarles caer pistas reveladoras es lo siguiente.
Hemos visto un buen número de cintas que se desarrollan en espacios cerrados y en las cuales los protagonistas son pocos. En la presente, si obviamos el hecho de las voces que se escuchan en la comunicación radial (no se ven, pero son personajes de todos modos), la presencia física de los personajes se reduce a tres, aunque uno de ellos desaparece a poco de comenzar la historia. Cuál es entonces la diferencia entre aquellas (la estupenda “Carnage”, entre otras, recordamos ahora) y la presente; pues, muy sencillo, en aquellas los escasos personajes están limitados físicamente, están en una casa, tal vez en una habitación o algo por el estilo. Los que ahora vemos están aislados, pero… en la inmensidad del espacio sideral.
Y eso es lo que nos hace sentir Alfonso Cuarón en su obra: la aterradora soledad del ser humano en el seno de esa inmensidad, la terrible, desconcertante, apabullante sensación de que, en el Universo, el Ser Humano es algo tan insignificante que resulta burdo sentirnos poderosos.
No somos nada, parece decirnos Cuarón, pero, dejándonos un hálito de esperanza: si perseveramos, si no abusamos de nuestra Madre Tierra, puede que logremos sobrevivir. Y, agregamos, esa forma tan exquisita del realizador al ofrecernos en sus imágenes una metáfora del nacimiento de la vida. Nada más, sólo que, por favor, traten de ver este filme.
SOBRE ACTUACIÓN
Bravo por Cuarón, bravo por George Clooney y, sobre todo, por Sandra Bullock, formidables, bravo por la agudeza y por lo refrescante de los diálogos, por la formidable sonorización, por la ya mencionada cámara del mejicano Lubetzki, bravo por un cine serio y regocijante: “Gravity”.
Gravedad (Gravity)
Dirección: Alfonso Cuarón Guón: A. Cuartón y Jonás Cuarón Fotografía: Enmanuel Lubetzki Musicalización: Steven Price Intérpretes: George Clooney, Sandra Bullock, y las voces de Ed Harris, Paul Sharma y otros.
Fuente: LD
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