
La estrella no tarda en despojarse de sus ropas, subirse a una bola gigante y empezar a desatar pasiones. Unas pesas, unas cadenas, un palo... Cualquier objeto se convierte en dulce tentación sexual en manos de una Miley Cyrus desatada como nunca, en una grabación cuya dirección estuvo bajo el mando del connotado Terry Richardson, y que tuvo locaciones en Los Angeles.
La producción no ha hecho más que caldear los ánimos en las redes sociales. Los sectores más puritanos han dicho de todo, y la han llenado de insultos, mientras sus fieles fanáticos aplauden su osadía. No obstante, nadie ha quedado indiferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario