Por Alejandra
Montero
Escenario. La
obra dirigida por Claudio Rivera agotó
su temporada de presentaciones en el Teatro Guloya de la Ciudad Colonial. Se
trata de una sátira contemporánea, parte de un hecho conocido, que lleva
implícita una crítica social amplia, y en particular al sistema de salud
pública
Escrito por: Carmen
Heredia de Guerrero
Reencontrarnos
con “La peste de
estos días”, del dramaturgo dominicano Angelo Valenzuela, es
como releer un libro muchos años después y descubrir un sinnúmero de elementos
y signos que estando allí, apenas fueron percibidos.
La lectura que
hace el director Claudio Rivera de esta sustanciosa pieza teatral, le permite
construir ese texto invisible e ilegible, materializado en su particular
puesta en escena, en la que recrea un universo
ilimitado, producto de su gran inventiva y creatividad.
La obra,
una sátira contemporánea, parte de un hecho conocido y lleva implícita
una crítica social amplia, en particular al sistema de salud
pública y a la deshumanización y corrupción de algunos galenos.
El argumento,
cargado de humor macabro, narra las vicisitudes por las que pasa un pobre
hombre –Moisés– cuando acude a un hospital por
algo simple y termina en la tumba… mientras el público, estupefacto, en una
especie de catarsis, se muere de risa.
“La peste” nos
contagia con sus múltiples efectos y como en aquellos tiempos medievales,
participamos de esas terroríficas danzas de muerte, parte consustancial
de la semiotizada vorágine escénica propuesta por Rivera, donde cada signo es
un referente; las máscaras dejando al descubierto la boca nos remiten al género
de la comedia del arte y el personaje
“Colombina”
es una referencia más; el movimiento y la palabra compiten, son elementos
esenciales del ritual en el que los actuantes destacan sus habilidades físicas
y la movilidad constante, logrando una organización sintagmática,
esencial en esta puesta en escena.